Hoy quiero escribir sobre la amistad, sobre todas esas emociones que nos recuerdan que la vida es maravillosa y que necesitamos aprovecharla con las personas que elegimos también como familia. La conexión que tenemos entre las personas, esa unión que se genera por diversas causas.
Escribí hace un tiempo sobre la pérdida de mi padre, de la que siempre he sacado una experiencia vital y ha sido un aprendizaje de vida. De hecho, hoy hablando de este tema; me han comentado “nunca se está preparado para la pérdida de nuestros padres” y he respondido “nunca se puede estar preparado, tengas la edad que tengas, aunque siempre se puede vivir desde la perspectiva desde la que lo enfoques” pero es algo por el que no nos han enseñado a vivir así, pero podemos aprenderlo de una manera que nos pueda servir a cada uno de nosotros.
Hoy quiero escribir sobre una persona que ayer nos dejó también y hoy me han comunicado la noticia y ya no está porque nos ha dejado después de una larga enfermedad. Esa enfermedad que no pudo con que él, Paquita y yo pudimos vernos por última vez en noviembre, menos mal y que recuerdo con alegría esa última vez, no sabes cuándo será esa última vez pero la recuerdo como tantas veces que he estado con Ernesto con un querer hacia mi padre y familia indescriptible.
Nunca dejéis de ver a las personas que llenan o han llenado vuestra vida o la vida de alguien a quién queréis porque eso es algo que he aprendido con los años…y que he seguido manteniendo siempre que he podido.
Creo en esa amistad a lo largo de muchísimos años del que fue amigo, compañero y acompañante en el viaje de la vida de mi padre (sin quererlo en los últimos años mío). Me han contado siempre que tuvieron toda una vida de aventuras que vivieron juntos, lo primero y principal es que trabajaron muchos años juntos (tantos que hasta se jubilaron a la vez) y después vinieron los viajes, vacaciones, (que desconozco pero que me hubiera encantado enterarme de cada uno de ellos, aunque algún detalle conozco…).
Hay personas que marcan huella y esas son las que jamás te dejan pase lo que pase en ningún momento de tu vida y mi padre tuvo la gran suerte de tener primero la familia que tuvo y que supo mantener hasta el final. También contó con una de esas personas que siempre fue especial tanto para él como para mí, por cómo fue desde que se enteró de lo que le había pasado a mi padre, estuvo desde el primer momento a su lado, llamó a todas las personas que habían estado con ellos en el trabajo.
Ernesto era esa persona que cuando realmente necesitas que te vayan a ver fue de las primeras personas que apareció cuando fueron momentos difíciles, cuando necesitas recibir ese cariño de parte de las personas que han formado parte de tu vida y él, Ernesto estuvo siempre, le hacía reír y le hacía ser feliz cuando quizá cognitivamente mi padre no se encontraba bien del todo. Todo esto yo desde mi prisma de observación lo veía y sentía una enorme felicidad por tener a personas así a nuestro alrededor y todo por mi padre.
La vida te regala esas personas como son Paquita (qué mujer tan maravillosa que he tenido la gran suerte de conocer para toda una vida, hoy me lo ha dicho y lo sé) y Ernesto que aunque con todas las dificultades que tenía para hacerlo y venir con nosotros o ir solo con mi padre a tomarse un café lo hacía y eso es la vida. Personas que siempre y repito siempre van a estar intentando que tu vida esté llena de alegría, de felicidad y de tranquilidad por saber que están ahí, incluso cuando tu no eres consciente de ello que era una de las cosas que quizá le pasaba a mi padre.
En este sentido siempre siendo más consciente yo que incluso mi padre en los últimos tiempos y por eso le quiero rendir el homenaje que se merece al compañero de batallas de “Don Quijote y Sancho Panza”. No desvelaré quién era quién en esta historia de vida.
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».